Ni príncipes, ni princesas.

Un postulante me contactó a través de LinkedIn para realizar la siguiente consulta: ¿Por qué no había pasado a la segunda etapa del proceso?. Tenía 23 años el candidato.

Independientemente de los motivos, sentí una tristeza y una pérdida muy fuerte en sus palabras conforme le explicaba los motivos de su descalificación. Lo emocional estaba ganando a la razón y autocrítica, no permitiendo que el candidato recoja la experiencia como oportunidad de aprendizaje para afrontar con éxito procesos de selección en el futuro.

La búsqueda de trabajo exige un planeamiento que involucra Autoconocimiento de mis fortalezas y oportunidades de desarrollo, establecimiento de Networking y mucha tolerancia a la frustración y ambigüedad. Para todos es difícil manejarlos procesos de transición laboral, sobre todo para los jóvenes.

El libro: Epidemia Narcisista de Jean Twenge, comenta que Los “Padres tienen que entender que sus hijos son especiales para ellos, pero no para el resto del mundo”.

Muchos jóvenes están creciendo con una autoestima tan alta creyendo que tienen súper poderes, algo que está siendo contraproducente para el desarrollo del joven en el corto plazo. Todo el día escuchan por parte de sus padres y profesores que poseen talentos especiales, que todo lo que hacen es espectacular, que no están consiguiendo lidiar con las frustraciones del mundo real, como si pertenecieran a una realeza. En qué momento las malas calificaciones fueron señales de alarma para llamar la atención al profesor, a los padres y al sistema, menos a los alumnos

En paralelo, existe también un sentimiento de culpa por parte de los
padres que trabajan todo el día, que los lleva a tomar comportamientos erróneos con sus hijos. Durante el poco tiempo que están con ellos evitan ser el malo de la película, no corrigiendo acciones equivocadas, y sobre todo protegiéndolos a tener experiencias que puedan llevarlos al fracaso y decepción. “Aprendimos a caminar cayéndonos, levantándonos y disfrutando el proceso. Si nuestros padres no hubiesen dejado que nos demos los golpes necesarios, seguiríamos gateando”.

Recordemos que cuando no somos capaces de cambiar una situación, estamos desafiados a cambiar nosotros. Varios puntos para reflexionar como padres, jóvenes, profesores y profesionales que somos responsables de los procesos de selección que involucran emociones.

Las empresas seguirán afuera de esa burbuja, recibiendo con igualdad de condiciones a la “realeza” que toca nuestras puertas.

Un abrazo,

Alfredo Alfaro

 

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